Afirman que 5 mil chicos por año caen en las redes del turismo sexual en Argentina
El negocio de la pornografía infantil está en crecimiento y sus modos llegaron a la Argentina, donde las estadísticas de la policía indican que unos cinco mil chicos por año son entregados al negocio del turismo sexual. Y se señala también el crecimiento de los factores necesarios: familias marginales y muy numerosas, falta de trabajo, pérdida del poder adquisitivo. Pero mientras en algunos países del Primer Mundo el problema de la pedofilia y el abuso a menores de edad está asumido y se intenta legislar y prevenir en consecuencia, aquí todavía no se termina de mirarlo de frente.
No sólo resulta relativamente sencillo y accesible conseguir material: si bien no hay todavía estadísticas oficiales, los investigadores policiales consultados afirman que aumentó el número tanto de denuncias como de secuestros de material pedófilo. Y todo alrededor de un negocio que en el planeta ya llega a los 14 mil millones de dólares por año. Y que provoca huellas imborrables en la infancia de muchos. El interrogante. El negocio funciona porque hay quienes se excitan con los chicos. Y el porqué es el interrogante más temido. “En principio, se trata de una perversión, de otra forma de ver el sexo. En casi todos los casos hay un abusado en el pasado de un abusador”, explica el licenciado José Luis Franchino, especializado en Niñez y Adolescencia. “Suelen reproducirse cadenas de abusos, el abusador reproduce activamente lo que soportó pasivamente”. Desde otra mirada, no están muy convencidos de que sólo se trate de una secuencia infinita de víctimas y victimarios, si bien saben de la importancia de los traumas de la infancia. Algunos investigadores policiales dicen, con lógica de época, que así como cualquier adicto a las drogas buscará sensaciones cada vez más fuertes por su condición de adicto, un adicto al sexo podría llegar al consumo de pornografía infantil por ese camino: no hay nada más fuerte que eso. Por eso ponen especial atención a internet: dicen que es un gran fabricante de adictos al sexo.
El retrato robot. Las conclusiones sobre el posible perfil de un pedófilo son similares en la gran mayoría de los estudios consultados. El retrato robot, como le dicen, se elabora a partir del estudio de los detenidos por pedofilia, y habla de hombres en el 90% de los casos y mayores de 35 en un 70%; de profesionales de nivel socioeconómico medio o alto en su mayoría; sin antecedentes penales también en su mayoría, y en cuya casa “normal” es igualmente “normal” que puedan albergar una familia propia con hijos pequeños propios. La conclusión del perfil es inquietante en tanto responde a cualquiera, incluso al del vecino del departamento de enfrente. Otra de las características de los pedófilos es que no reconocen culpabilidad en lo que hacen. Franchino explica que “el pedófilo no piensa, actúa, es un impulso. Para él no hay nada de malo en tener relaciones con un chico”. Martha Cella agrega que “el pedófilo tiene esa patología, es alguien diferente en la manera de vivir la sexualidad, condicionado en la libertad por la estructura de su personalidad pero responsable por el mal que causa”.
El negocio mundial. La ONG española Anesvad, que recopila una base de datos sobre la pedofilia en el mundo desde hace años, calcula que en la red hay cuatro millones de sitios que ofrecen pornografía infantil y reciben unas dos mil millones de visitas al año en una industria que mueve 8.700 millones de dólares en el mismo lapso. Y que cada día abre quinientas páginas nuevas, aunque otras tantas desaparecen. Los pedófilos viven en alerta permanente: en el sitio donde se mostraron las imágenes descritas al principio se explica que la oferta del video dura sólo dos días. Luego no existirá esa dirección, ni ese nick, ni esa página. Los sitios son efímeros por necesidad, en esa fugacidad evitan el rastreo.
El deseo, la concreción. El desarrollo de un mercado de pornografía infantil, creen los investigadores policiales consultados, responde también a la lógica de fantasía aceptada del cine pornográfico desde siempre: no todos los que miran videos que simulan violaciones las cometen y la mayoría entiende que se trata de una actuación, pero lo acepta como real porque de otro modo no funcionaría (nada tiene de asombroso, ocurre con cualquier película convencional).
Sin embargo, sí establecen una distinción fundamental: en el caso de la pedofilia, el video nunca es simulación. Investigadores del Consejo Nacional de los Niños, Niñas y Adolescentes (Connaf) marcan una diferencia que parece reafirmar lo anterior: para los consumidores de pornografía infantil el deseo es la concreción del abuso. Puede que lo hagan, puede que no, pero siempre aspiran a la realización. Otra forma de decirlo es que, según su mirada, todo consumidor es un pedófilo activo en potencia.
Fuente: Crítica de la Argentina, 07/10/08 – Juan Pablo Bermúdez
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